Durante los últimos años, hemos vivido innumerables momentos de volatilidad en los mercados financieros, algunos ejemplos serían la crisis financiera, el COVID-19 o los cambios en materia de política monetaria. Pero ahora, nos enfrentamos a un incremento de la volatilidad en los mercados por la decisión unilateral de Rusia de invadir Ucrania.
Como toda guerra, está viene acompañada de una serie de nefastas consecuencias, siendo la peor de ellas, la pérdida de vidas humanas y la consecuente crisis humanitaria. Pero también trae consigo otra serie de consecuencias económicas, las cuales tendrán mayor o menor intensidad en función del resultado del conflicto y de su duración. Aunque siempre se desea un conflicto rápido, la experiencia de otras guerras como la de Irak o Afganistán nos muestra que no suele ser lo más común.
Hay que tener en cuenta que tanto la Unión Europea como otros países están implementando una batería de sanciones contra Rusia y esto ha provocado el encarecimiento de distintas materias primas como el petróleo, el gas y el paladio. Pero no es lo único que se esta encareciendo, otros productos agrícolas como maíz y trigo están viviendo un incremento de precios significativos, ya que tenemos que tener en cuenta que Ucrania, con una superficie similar a la de la península ibérica, es el cuarto exportador a nivel mundial de trigo y maíz, asimismo produce un tercio del aceite de girasol. Por tanto, el encarecimiento de todos estos productos afecta a cerca del 40% de los productos de la cesta sobre la que se calcula el IPC.
Cabe recordar que, debido al cierre de empresas, menores niveles de inversión y restricciones en la era del covid estamos viviendo unos cuellos de botella que ya estaban provocando unas inflaciones mayores de lo que preveían los bancos centrales, el último dato de IPC en Estados Unidos se situaba en el 7.5%, y esta guerra no hace más que acentuar el efecto inflacionario que ya vivíamos. No podemos pensar que los problemas generados en la guerra de Rusia contra Ucrania y las consiguientes sanciones aplicadas, solo van a tener efecto sobre la economía rusa, ya que al encontrarnos en un mundo interconectado dichos efectos se trasladaran al resto de economías mundiales en forma de inflación.
Por tanto, podemos encontrarnos con un temido escenario de estanflación, donde vemos unos elevados precios sin que sean acompañados por el crecimiento de las economías, ya que este aumento de precios no deriva de una mayor actividad económica y nos podemos encontrar a los bancos centrales sin una dirección clara, ya que pueden dudar en centrar sus esfuerzos en combatir la inflación con medidas más restrictivas o bien optar por impulsar la economía con medidas más expansivas.
A raíz de las expectativas de un endurecimiento de las políticas monetarias durante los últimos meses, hemos vivido una rotación hacia los sectores con valoraciones más atractivas y con menos capacidad de crecimiento, desde otros sectores con valoraciones más ajustadas, pero con una expectativa de crecimiento más elevada.
Ahora, en un entorno de un posible crecimiento más bajo y con una posible relajación de las políticas monetarias, el dinero podría regresar a aquellos sectores con este mayor crecimiento, que seguramente pueda capear mejor el temporal, en este sentido, el sector de tecnología podría recuperar el brillo perdido durante los últimos meses.
Celso Otero García
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